Esta realidad nos obliga a vivir y a asumir nuestros tiempos a sabiendas que todo está en mutación, que nada está terminado y mucho menos muerto.
En esta cotidianidad hay un juego silencioso de miradas cómplices, morbo de una sociedad que simpatiza con el dolor, donde todas las acciones están conectadas formando complejas redes y códigos de incomunicación globalizada.
Los mensajes subliminales dejan de ser una trama oculta, para volverse imágenes explícitas de la degradación humana, donde la consigna para subsistir es la desmembración a todo nivel.
Fagocitarnos y fagocitar es el lema de vida.
Para preservarnos como individuos y especie nos hemos degradado a una imagen primigenia, resguardada en una “forma-contenedor”, que se asimila morfológicamente al de una hoja, y que tiene su raíz en los escudos africanos.
En estos tiempos, la muerte ya no es más esa esperada sorpresa, sino la sombra que se cuelga en la mirada cotidiana, donde no hay ni un aquí ni un allá para depositar la esperanza, donde lo único que genera optimismo son esas pequeñas vibraciones de color, capaces de romper los hilos y ascender en el espiral de la vida toda. Pulsiones de energía que se abren a lo más sublime que mueve todo, que no se ve pero se percibe, que no se toca pero ocupa un lugar en el espacio. Es no explicar, sino aplicar los sentidos desde la llave que rompe fronteras, los instintos. Es aprender a sobrevivir con tolerancia en nuestro agonizante planeta azul.
Isabel Espinoza
Galería Towpyha inicia sus actividades en el año 2005, especializándose en arte abstracto, geométrico y latinoamericano.
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© Federico Towpyha, 2023
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