08/2025 a 11/2025
De todo, pero principalmente hastío
Hace algunos años, Andrés pintó Sin artistas no hay arte como parte de una instalación de treinta piezas en blanco y negro, de distintos materiales y medidas. El conjunto fue exhibido en el stand de arteba de la galería que lo representaba en ese momento. Fue viral, telón de fondo de cientos de selfies y disparador de algunos debates. Porque, al parecer, lo incómodo en el arte ahora es cuestionar al mismísimo aparataje que funciona alrededor de la obra, y que sin ella no tendría el rol de prestigio que ocupa en nuestra estratificación social. Sin la obra, curadores e investigadores no tienen qué legitimar. Sin la obra, el mercado no tiene qué vender. La obra como eje, principio y fin. Andrés plantea un mensaje levemente ruidoso y contundente.
En Nadie está invitado, Sobrino expone un sentimiento más concreto: hastío. Hastío, del latín fastidium. Hastío como la copa de vino que está a punto de rebalsar. Un “estoy hasta más arriba de la coronilla”: una máxima, una sentencia, un límite.
¿Con quién está hastiado Sobrino?
Con todos, por eso nadie está invitado. Pero el hastío se dirige especialmente a quienes comandan una crisis y de ello sienten regocijo y placer.
¿Y del hastío nos salvará, una vez más, el arte?
Quizás no nos salve realmente, pero sí apacigua una erupción en la piel que pica, duele, arde y no se cura. El arte como respuesta. Una respuesta que no busca afianzarse ni en los simbolismos ni en la poesía, sino que se muestra explícita y concreta, sin pelos en la lengua.
Hay crisis, no hay plata y es difícil pintar. Pero Andrés encuentra en aquel impedimento una respuesta material: repintar.
Repintar no como una acción casual o aislada; repintar como un proyecto. Rescatar el descarte.
Buscar minuciosamente qué sobró y revivirlo: una lata oxidada, una mezcla fallida, un experimento abandonado, una pintura que jamás se exhibió. Resucitar una obra, al tercer día, del sepulcro a la sala vacía.
Las pinturas de Sobrino funcionarían como un okonomiyaki, ese plato japonés que, en una misma preparación, une todo lo que sobró de las comidas de la semana. La consigna es: nada se tira ni se desperdicia. Como los alimentos en tiempos de crisis, como los aparatos electrónicos que se reparan, los botones de la camisa que se vuelven a coser y la tela que se puede rezurcir. Una nueva oportunidad, una segunda vida.
Las cuarenta y dos pinturas que componen Nadie está invitado se tornan como una radiografía de superposiciones, pues Andrés no pretende ocultar las anteriores vidas que tuvo la obra. Por el contrario, en ellas se explicita el tiempo a través de las texturas, que son protagonistas de esta exhibición. Los dorsos están firmados y las fechas tachadas. Una pieza de 2022 ahora es 2025.
Incluso, en algunas, podemos seguir una ruta más extensa: primero 2003, después 2010 y, por último, 2024. En cada nueva crisis, una nueva repintura.
Y si hablamos del hastío como respuesta humana ante una crisis, podemos entenderlo como un sentimiento muy cercano a la resignación. El cansancio después de vivir crisis prolongadas y repetitivas. Un sentimiento que me recuerda una canción de Stereolab, banda de los noventa que logra, maravillosamente, ponerle ritmo al hartazgo. En “Ping Pong”, del disco Mars Audiac Quintet, publicado en 1994, Laetitia Sadier describe cómo los ciclos económicos caen y se recuperan una y otra vez, cada vez con recesiones más profundas y recuperaciones menos robustas.
“… It’s alright, 'cause the historical pattern has shown How the economical cycle tends to revolve In a round of decades, three stages stand out in a loop A slump and war, then peel back to square one and back for more
Bigger slump and bigger wars And a smaller recovery Huger slump and greater wars And a shallower recovery
You see the recovery always comes 'round again There's nothing to worry for, things look after themselves It's alright, recovery always comes 'round again There's nothing to worry if things can only get better” | “… Está bien, porque el patrón histórico ha demostrado Cómo tiende a girar el ciclo económico En una ronda de décadas, destacan tres etapas en bucle Una crisis y una guerra, luego retrocedemos al punto de partida y egresamos para ver más
Mayor crisis y guerras más grandes Y una recuperación menor Enormes crisis y mayores guerras Y una recuperación menos profunda
Verás, la recuperación siempre vuelve a aparecer. No hay nada de qué preocuparse, las cosas se cuidan solas Está bien, la recuperación siempre vuelve a aparecer. No hay nada de qué preocuparse si las cosas solo pueden mejorar” |
Pero el arte insiste; la repetición como estructura y como síntoma.
En Sobrino, esa lógica se materializa en capas de pintura superpuestas. Obras que vuelven sobre sí mismas y se rehacen sin ocultar lo anterior. Como un loop visual donde el gesto no se repite por falta de ideas, sino como una estrategia: insistir para sobrevivir. Como en “Crest”, del álbum Transient Random‑Noise Bursts with Announcements, publicado en 1993, donde una sola frase se repite durante seis minutos. Una forma de afirmar algo cuando ya no hay mucho más que decir.
“… If there's been a way to build it
There'll be a way to destroy it
Things are not all that out of control”
“… Si ha habido una forma de construirlo,
habrá una forma de destruirlo.
Las cosas no están tan fuera de control”
Sobrino y Stereolab parecen hablarse: dos respuestas materiales frente al hastío. Dos formas distintas de sostener algo entre el colapso y la ironía. El loop no es únicamente sonoro ni estético: es político, emocional, cotidiano. Sobrino lo pinta. Stereolab lo canta.
Andrés no denuncia ni explica. Hace. Toma lo que sobra y lo convierte en una obra. En cada repintura, hay una negativa a rendirse. En cada textura, una respuesta. Porque, cuando ya no queda casi nada, lo que queda es seguir pintando. El arte no salva, pero resiste. Sobrino no romantiza la crisis: la enfrenta con lo que tiene a mano. Y lo que tiene —restos, latas— alcanza. No porque baste, sino porque es real. Y porque con eso, él sigue.
Nadie está invitado, pero el arte igual sucede. No necesita permiso, ni escenario, ni tregua. Sucede porque alguien —como Sobrino— elige hacerlo, incluso cuando todo lo demás cansa o falla. No hay invitados, pero hay obra. Y eso ya es bastante.
Nadie está invitado, pero todo queda expuesto: el hartazgo, el tiempo acumulado, las capas de una misma historia que vuelve y vuelve. En ese gesto austero, íntimo y obstinado, Sobrino pinta. Y lo hace como si, en el fondo, aún creyera que algo puede sobrevivir.
Marcela Luisa Astudillo
Galería Towpyha inicia sus actividades en el año 2005, especializándose en arte abstracto, geométrico y latinoamericano.
Registrate a nuestro newsletter
Diseñado por Metamensaje
© Federico Towpyha, 2025
Galería Towpyha inicia sus actividades en el año 2005, especializándose en arte abstracto, geométrico y latinoamericano.
Registrate a nuestro newsletter
Diseñado por Metamensaje
© Federico Towpyha, 2025